Un acto de amor

Me llamo Marisela, tengo 43 años, soy mamá de Alberto y Ana. Él tiene 12 ya acaba de entrar a la secundaria, dice que de grande quiere ser futbolista. Le encanta jugar toda la tarde.

Ana tiene 17 y quiere ser doctora, ya está en segundo año de la preparatoria. Le encanta reír e ir a nadar. También le gusta mucho viajar. Amo verla tan ilusionada.

Nunca me casé, no era mi idea. Soy madre soltera por elección y me encanta. Junto con mis padres he educado a mis hijos y es algo que disfrutamos.

Mi papá y mi mamá siempre me han apoyado en esa tarea. Mi papá se acaba de jubilar hace 3 años y le encanta pasar mucho tiempo con Ana, es su adoración y él lo es de ella.

Mi mamá se lleva muy bien con Alberto, le encanta cuando él le enseña pacientemente a usar el nuevo teléfono que le regalamos en navidad y ella no sabe usar bien. Ya le arregló su WhatsApp para que pueda platicar con sus hermanas.

Hace unos cinco años entré a trabajar a una oficina de tiempo completo con un excelente sueldo. Sin el apoyo de mis papás no habría podido aceptar ese puesto que tanto quería. Ahora también me permite ayudarles a ellos con algunos gastos.

Ana está muy feliz de que el año que viene va a elegir el área de medicina en la preparatoria, Alberto también está muy contento porque lo eligieron para jugar en la selección de fútbol de la secundaria. Mi mamá lo lleva a entrenar por la tarde.

Uno de mis sueños siempre ha sido estar al lado de mis hijos y apoyarlos en sus sueños. Verlos crecer y cumplir todos esos sueños es el mío.

Creo que verlos crecer ya no podrá ser.

Ayer por la noche, mientras regresaba de mi trabajo, un joven que manejaba en estado de ebriedad chocó por detrás el taxi donde viajaba. El chofer y yo fallecimos mientras nos llevaban al hospital.

Me siento triste de no poder ver crecer a mis hijos, pero me siento en paz porque de alguna forma estaré ahí con ellos apoyándolos en sus sueños. Hace 10 años, cuando Alberto era aún muy pequeño, contraté un seguro de vida porque me preocupaba qué sería de ellos si me pasaba algo, él y Ana solo me tenían a mi como sostén económico.

Hace cinco años, cuando entré a mi nuevo empleo, contraté otro seguro de vida que les garantizara más dinero si yo moría.

Sin duda la noticia de mi muerte es una desgracia para mis hijos y mis padres, pero por esas pólizas lo es un poco menos.

De alguna forma podré cumplir ese sueño de apoyarlos y estar con ellos en el logro de sus sueños. El dinero nunca será un problema para ellos. Gracias a Dios.

Pagar esas pólizas nunca fue fácil para mí. Siempre tuve que dejar de hacer algunas cosas que quería. Había años en los que ya no quería seguirlas pagando, pero que bueno que resistí y pude mantenerlas vigentes. Hoy, eso me da paz.

La única forma que tengo de estar presente con ellos, y demostrarles cuánto los amaba, será esa mensualidad que recibirán por medio del fideicomiso que le puse a la póliza para que no les entreguen el dinero junto y les alcance para terminar su carrera.

Sin duda sé que hice muy bien al preocuparme por mis hijos de esa manera. Y sé que mi esfuerzo ha valido la pena.

Me hubiera encantado poder verlos crecer, al menos estaré ahí de alguna manera.

Para mis padres sin duda fue una noticia de gran impacto cuando les avisaron de mi accidente.

Hubiera hecho todo lo posible porque esto no pasará pero, esto es parte de la vida y son cosas inexplicables que nos pasan a todos. Hoy me pasó a mi y no pude evitarlo. Solo pude prevenirme.